martes, 3 de octubre de 2017

Es un día para ser sincero.



Hola amigos y amigas.

Os lo aviso en el primer párrafo, me da igual que me tildeis de facha, de rojo, de buenista, de pijoprogre, de podemita o de viejoven.

En estos días de vértigo y asombro para los españoles en particular os quiero trasladar una reflexión. Sé que ahora es vuestro momento de arreglar el mundo tomando café, colgando banderas del balcón, insultar al otro bando, buscar alguien que os diga vuestras mentiras favoritas, pedir mano dura o colgar fotos manipuladas en redes sociales.

Cuando terminéis de hacer eso, que sirve de poco, y si sirve de algo es para cavar trincheras entre nosotros, el pueblo, los españolitos de dios y del demonio; insisto, cuando terminéis, haceros unas preguntas.

1) ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
2) ¿Esto tiene algún arreglo?
3) Alguien tendrá que responsabilizarse del destrozo, ¿no?

Os quiero dar una idea minúscula entre tanta columna de opinión, tanto tuit, tanto cuñado y tanto tertuliano desbocado en la TDT.


La culpa es nuestra por habernos dejado infantilizar. Hemos dejado que las élites y gran parte de la clase política nos traten como niños estúpidos. Les hemos creído cuando decían cosas como: 
El pueblo cuando vota no se equivoca nunca. Guay, mirad Estados Unidos. Mirad España.
Es mejor tener un trabajo precario que no tener trabajo. Cuando dicen precario quieren decir esclavo. Estupendo.
La corrupción es un problema de todos los partidos políticos, son todos iguales. Bueno, aquí los hay menos iguales que otros. Y los hay mucho más iguales. Maravilloso.
Sé lo que quiere el pueblo. Por supuesto, tú has hablado con los 40 millones de españoles o los 7 millones de catalanes y sabes lo que queremos. Lo haces a diario. Epatante.

Nos tratan como a simples por que hacemos cosas de simples. Como votar a simples y repetir argumentos planos. Y escuchar reguetón...

En serio, hay que crecer. Entender que hay que convivir, respetar al otro, y que si alguien no cumple las normas de convivencia y las leyes ha de ser castigado, incluso ir a la trena.

No podemos ser tan ilusos de creer que si te resistes a la orden de un policía no te estás jugando un porrazo, no podemos ser tan tontos como para creer que los pirómanos apagarán el fuego, de que a un señor que cree que está en posesión de la verdad absoluta le vas a convencer. No es creíble que el independentismo/nacionalismo no tenga una raíz xenófoba e insolidaria. No podemos hacer caso a políticos más pendientes de ser tuitstars que de pensar, no podemos creer a los que cambian de discurso en función de la ciudad en la que amanezcan. No podemos creer a los que están contando todo el rato cuantos votos ganan o pierden. Es estúpido creer la objetividad  de los medios de comunicación que cobran subvenciones y publicidad del estado o de las autonomías (Esos datos los mantienen ocultos, curioso, y casi nadie los investiga y no hables de publicarlos).

Si me preguntas como puede salir España con Cataluña de esta situación os digo que yo no lo sé. Yo si sé que con mentiras no lo conseguiremos. Que sin talento, valor y generosidad tampoco lo conseguiremos. Que repitiendo maneras, consignas y errores no conseguiremos nada. Creo que hay una generación de políticos que ha demostrado su absoluta inutilidad. En todos lados. Hay un rey al que estamos esperando. Hay catalanes que necesitan sentirse apoyados. Hay una doble fractura social en España y Cataluña que hay que sanar. Hay un estado democrático en entredicho.

En este momento os diréis, bueno, ¿no vas a dar ningún nombre pidiendo su detención, dimisión, extradición o excomunión?

No lo hago, por que el niño que llevo dentro me dice que los políticos son muy responsables y mucho responsables y que la ley es igual para todos, sobre todo si tienes amigos, y que si la ley no me gusta la cambiamos y pongo otra más chupiguay. 

Decidlo vosotros. Creced y mojaros. Para variar. La mayoría silenciosa en las democracias se convierte en el pueblo que sufre las dictaduras.


Son los momentos como estos en los que se diferencian a los niños de los adultos. A los ciudadanos de los siervos.

miércoles, 3 de mayo de 2017

La Poscerdad (Sí, lo he escrito bien)

No dejes que la verdad te estropee una buena noticia.
William Randolph Hearst

Estas líneas no son el “Yo acuso” de Zola, ni siquiera llegarán al nivel de uno de los cabreos semanales de Pérez Reverte o Millás. Creo imprescindible un neologismo que sustantive lo que estamos viviendo en este vertiginoso 2017.

Os propongo que adoptemos la palabra poscerdad (Sí, no me he equivocado al teclear.) Poscerdad es el acto de mentir conscientemente, sin sonrojo ni mesura, manipulando la razón y las emociones para conseguir los propios fines. Vamos, mentir cerdamente y con descaro usando emociones y datos sesgados para provocar el asentimiento de las personas a las que te diriges.

Con esta palabra quiero obliterar ese concepto de posverdad. Posverdad es decir de forma políticamente correcta: se miente. Lo políticamente correcto es una forma de negar la evidencia atemperándola, escondiéndola, disfrazándola.

Elegimos decir posverdad porque, hay que ver, que violento es decir que alguien miente, que nos la está colando con calzador.

Pues usar este palabrita nos ha fastidiado bien. El lenguaje es poderoso. Cuando a algo le cambias el nombre ya no es lo mismo, ya no nos es tan querido, ni tan temido, ni tan amado, ni tan odiado. Con un sencillo cambio de nombre lo que hemos conseguido es eliminar la barrera entre la verdad y la mentira, la realidad y los hechos alternativos (que son mentiras de las gordas), igualamos los datos y las impresiones.

Los que practican la poscerdad se caracterizan por su descaro, su jeta, su absoluta confianza en la manipulación de las emociones, las percepciones y el lenguaje. Y, sobre todo, en nuestra bendita estupidez individual y colectiva.

El populismo es poscerdad. Arrogarse la representación de un todo es poscerdad. Hacer promesas electorales que no vas a cumplir es poscerdad. Firmar contratos que no piensas cumplir es poscerdad. Pedir facturas sin Iva y quejarte de Hacienda es poscerdad. Hablar de la patria y tener cuentas en Suiza es poscerdad. Dar noticias basadas en fotocopias manipuladas es poscerdad.

La poscerdad se nutre de cerebros inertes como el tuyo y el mío. De mentes acríticas. De intelectos débiles. Del miedo a perder lo mucho o poco que se tiene. De darle a compartir en redes sociales sin cuestionarte qué es lo que estás compartiendo.

Creo que tenemos un buen nombre. POSCERDAD. Usémoslo. Vivimos en algo que puede ser una era, un período de tiempo que termine de destruir lo colectivo ya que sin un mínimo de confianza las relaciones humanas no son posibles.

Os propongo que usemos el nombre para exterminar el concepto. Matemos a la mentira

Repito. La poscerdad nos está jorobando bien. Gracias a ella nos gobiernan. Seguimos comprando sin pensar lo que compramos cuanta sangre y pobreza cuesta. Existen los nacionalismos. Volverá la burbuja inmobiliaria. Nos preocupamos de si Messi ha hecho la digestión o Cristiano va bien peinado. 

Si habéis llegado hasta aquí tenéis mi admiración, respeto y amor.

¿Y AHORA qué?
Las palabras sin acción no valen un chavo. Combatid a la poscerdad. Entrad en guerra con la mentira. Chillad, escribid, tuitead, votad, firmad en change.org. Hacedle fotos y subidlo a Instagram. Etiquetadlo en redes sociales. #poscerdad

Leed, informaros, contrastar los datos, consultad fuentes. NO os creáis lo primero que os cuentan.

¡Decidlo! Esto es #poscerdad. Y que la luz de la verdad la desintegre a ella y a sus adoradores. Acabemos con los mentirosos, grandes y pequeños. 

Si pese a todo la poscerdad vence, tenedlo claro, solo será por nuestra culpa.


Bonos perpetuos de solidaridad europea

Hoy he leído una reflexión de George Soros en el diario El País  sobre lo idóneo que sería para la UE financiar la deuda en la que van a in...